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Pedro Sánchez planea prospecciones petrolíferas en el paraje natural de la Desembocadura del Guadalhorce. La Consejería de Educación quiere prohibir el uso de desodorantes en ... los colegios y limitar el acceso a internet. Cada alumno de origen musulmán recibirá un portátil nuevo para el curso que viene. En esta Feria de Málaga se repartirán preservativos gratis a menores de edad con la excusa de promover la educación sexual. ¿Todo esto suena a 'fake news'? Sí, son 'fake news'.
El IES Miguel de Cervantes, en la ciudad cordobesa de Lucena. Un grupo de alumnos de 3º y 4º de la ESO se agolpa en un aula. Los rostros, algunos marcados por el acné juvenil, intentan prestar atención a las explicaciones y a los ejemplos que formula Livia García. Utiliza palabras como «verificación» y habla de «fuentes de información fiables». García es profesora de Sociología en la Universidad de Málaga (UMA) y lleva años estudiando el fenómeno de la desinformación, y cómo ésta afecta a la sociedad.
Las aulas no son lugares estériles. Estos jóvenes, que utilizan Instagram o TikTok con total naturalidad, son especialmente vulnerables a la desinformación. En gran parte y, precisamente, porque convierten estas redes sociales en su único portal para contrastar lo que está pasando a su alrededor. O, mejor dicho, para lo que está pasando supuestamente. El resultado de esto es el siguiente: la fragilidad de la realidad se ha convertido un problema de generación.
Empaquetado en un vídeo con efectos adecuados y una música guiada por graves acelerados, las afirmaciones al principio de esta información habrían ganado enteros para calar en más de uno.
En este contexto nace un proyecto de la UMA que busca luchar contra esta plaga y dotar a estos jóvenes de herramientas que les permitan luchar contra una intoxicación que tiene efectos nocivos, tanto en el presente como para el desarrollo futuro de estos alumnos. El uso y consumo de medios de comunicación solventes se resalta como el principal antídoto para no convertirse en víctima de esta gran telaraña en el que todo se mezcla y todo se confunde, muchas veces con un claro interés que escapa a estos jóvenes.
Detrás de esta jornada hay un nombre: Inmaculada Díaz. Exalumna y doctoranda en la UMA, coordina esta misión y puso la primera piedra esta semana, en Lucena. Ahí ejerce en estos momentos de profesora y es testigo directa de una problemática que califica como «muy preocupante».
Una ceguera para distinguir lo real de lo irreal y una facilidad para asumir cualquier cosa si está empaquetada con un vídeo sugerente o si es difundida por el 'influencer' de usar y tirar de turno. El objetivo es llevar todo esto, que se ha acuñado como 'Educomunicación', a otros lugares de Andalucía.
«Vemos como estos jóvenes se orientan mucho en lo que ven en las redes sociales. Los medios de comunicación tradicionales no llegan a ellos. Credibilidad y realidad no ocupan un lugar importante en su escala de prioridades. El consumo que hacen de las nuevas tecnologías está orientado al entretenimiento», señala Díaz.
Decir que estamos ante una generación analfabeta en este sentido lo considera como una conclusión falaz. «Es otro contexto, otro entorno que el de generaciones anteriores. Pero tienen capacidades de sobra para aprender a lidiar con el problema de la información», resalta.
- ¿Cómo?
- «Dándole consejos básicos y fáciles de aplicar en su día a día».
Ejemplos de consejos ofrece Livia García: «Recomendamos que contrasten la información siguiendo en redes los perfiles de instituciones y organismos oficiales (ayuntamientos, policía nacional, ministerios, etc.), o los de medios de comunicación y periodistas acreditados, que verifican la información».
García tiene años de investigación en su bagaje. También focaliza parte del problema en las redes sociales. «Las investigaciones muestran que los jóvenes son un público particularmente vulnerable a la desinformación, porque se informan principalmente a través de las redes sociales. Las redes sociales son el lugar donde más información falsa se difunde porque a menudo no existe un proceso de verificación de los datos como el que llevan a cabo los periodistas en los medios de comunicación tradicionales«, señala.
Luego añade que «es fundamental que desde edades tempranas se les enseñe a distinguir algunas características de las informaciones falsas, como su mayor propensión a utilizar titulares sensacionalistas o la falta de fuentes concretas de información en que basan sus afirmaciones».
Una aproximación más pesimista al espíritu de la época podría ser otra. Pasaría por poner en duda el principio de interés de los propios jóvenes no ya en distinguir lo real de lo irreal o la verdad de la verdad interesada. Es cuestionable que estos jóvenes estén interesados, después de todo, en participar en el discurso público.
Díaz rompe de nuevo una lanza a favor de ellos. «Es como decir que las personas mayores prefieren pasarse el día viendo vídeos de gatos en el móvil en vez de consumir medios de comunicación». Por último, esta profesora joven, alegoría de vocación, agradece la colaboración a su jefe de estudios, Marcos Serrano, a Europe Direct Córdoba y a la propia UMA. «Sin su apoyo, esta jornada no hubiera sido posible», sentencia.
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