Brigitte Macron, otro revés para el presidente
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La primera dama francesa, que mantiene un peso notable en el Elíseo aunque pierde popularidad, golpea el crédito de su marido con su polémico bofetónOcurrió poco después del aterrizaje del avión presidencial francés en Vietnam y una cámara indiscreta dio cuenta de ello: de esa mezcla de empujón y ... bofetón en la cara que la primera dama de Francia, Brigitte Macron, endosaba a su marido. La difusión de esas imágenes creció como la espuma en las redes sociales y pronto dieron la vuelta al mundo. Después, la errática reacción del Elíseo, que mintió al decir que habían sido generadas a través de inteligencia artificial, agrandó la polémica. Para el presidente galo no fue más que un encontronazo, «una broma con mi esposa».
El incidente en Hanoi ha sido la última noticia protagonizada por Brigitte. Desde la llegada al Elíseo en 2017 del joven Macron, con solo 37 años, 'Bibi' ha hecho correr ríos de tinta. El interés suscitado por la primera dama se ha debido mucho más a su peculiar relación, por el hecho de que ella es 24 años mayor que él, que al influyente rol político que ha ejercido.
«Desde la primera campaña presidencial, ella ha estado omnipresente y su peso político resulta incontestable», explica Jean-Bernard Gaillot-Renucci, un exconsejero político del partido presidencial. Según el exsecretario general de La derecha con Macron (una de las corrientes del macronismo), Brigitte influyó de manera considerable en una decisión tan trascendente como la designación de Gabriel Attal como primer ministro, aunque duró menos de seis meses en su cargo, hasta que elpresidente decidió disolver la Asamblea Nacional hace justo un año. Las actuales discrepancias entre el jefe del Estado y Attal, conocido como 'el protegido de Brigitte', no han ayudado a la buena sintonía del matrimonio presidencial.
Pese a ese rol de la esposa de Macron, tanto sus fans como sus detractores se han focalizado en su condición de mujer de 72 años casada con un hombre de 47. Esta relación sui generis ayudó a Emmanuel a darse a conocer en Francia hace una década, copando titulares en las revistas del corazón. Entonces se veía con buenos ojos el romance que empezó cuando él era un adolescente de 15 años y se enamoró de su profesora de teatro y madre de una de sus compañeras de clase en el colegio La Providence de Amiens, en el norte del territorio galo.
Aquella relación puso fin al matrimonio entre Brigitte y el banquero André-Louis Auzière, padre de los tres hijos de la primera dama. Y le provocó tensiones con su familia, los Trogneux, propietarios de unas reputadas chocolaterías en Amiens. «Al principio se presentó como una historia de amor total en la que ambos tuvieron que hacer grandes sacrificios. Pero ahora se habla cada vez más de la edad que tenía entonces Macron», afirma la periodista Fabienne Cassagne, autora de la biografía 'Brigitte Macron, la confidente'.
La crisis de la presidencia de Macron ha dañado la imagen de su matrimonio. Mientras que en 2017 la primera dama era considerada como la tercera personalidad más influyente para los franceses, apenas el 28% de los ciudadanos decía sentir simpatía por ella en uno de los últimos sondeos realizados sobre su figura. Ese estudio le otorgaba una popularidad superior a la de su marido, pero claramente inferior a la de algunas de sus predecesoras, como Bernadette Chirac (45%) o Carla Bruni (34%).
Además del muy accidentado segundo mandato de Macron, la imagen de Brigitte se ha visto dañada debido a una grotesca teoría conspirativa en su contra. La primera dama lleva años haciendo frente a un repetido bulo sobre su supuesta transexualidad, y aunque no tiene ningún fundamento, esta fake news ha tenido un gran eco entre figuras de la galaxia trumpista, como la influencer Candice Owens. Curiosamente, los detractores de 'Bibi' han preferido ignorar uno de los aspectos más relevantes de su rol en el palacio presidencial: su peso en la toma de decisiones.
«Ha sido la primera dama con mayor influencia política sobre su marido a lo largo de la historia de la Quinta República», afirma el periodista Marc Endeweld. Según el autor de varios libros sobre el dirigente galo, ese rol se ha visto beneficiado por la especificidad de que Macron no cuenta con un partido político estructurado y sólido, lo que ha conllevado que «el poder se haya organizado de manera vertical». Por consiguiente, un pequeño grupo de personas como Macron, su esposa o el secretario general del Elíseo, Alexis Kohler (dimitió en marzo), han tenido una gran capacidad de decisión.
A diferencia de Estados Unidos, el cargo de la primera dama no dispone de ningún estatuto jurídico en Francia. Brigitte Macron se dedica oficialmente a tareas de representación y caritativas; por ejemplo, la operación piezas amarillas o la gestión de una red de escuelas para adultos que desean reorientarse profesionalmente. Sin embargo, no ha dudado en pronunciarse sobre cuestiones polémicas. Así, ha defendido la impopular reforma de las pensiones, criticado con dureza el lenguaje inclusivo o reivindicado la obligatoriedad del uniforme en las escuelas. «Ella forma parte de un universo más burgués y conservador que el de su marido y ha influido en la evolución hacia la derecha del macronismo», defiende Cassagne.
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