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Casi la mitad de los españoles tiene problemas para conciliar el sueño, según la Sociedad Española de Neurología (SEN). La 'culpa' recae tanto en las ... preocupaciones del día a día como en factores externos de lo más diverso: los ronquidos de nuestra pareja, el sonido del tráfico, ese vecino que trasnocha con la televisión a todo volumen... Circunstancias como éstas hacen que cada vez más personas utilicen tapones para dormir: silencian nuestro entorno y limitan la exposición a esos ruidos que, si bien no llegan a despertarnos, pueden fragmentar nuestro tiempo de descanso e impedir que alcancemos la llamada fase de 'sueño profundo' (cuando el organismo lleva a cabo sus procesos de reparación, fundamentales para fortalecer el sistema inmunológico).
Además de para mejorar la calidad del sueño y reducir el insomnio, emplear tapones se antoja la mejor opción para quienes trabajan en turnos de noche (y deben dormir durante el día, en pleno ajetreo del resto de sus congéneres) y para aquellas parejas que tienen hábitos distintos, por lo que no suelen (o les es posible) irse a dormir a la misma hora. Con todo, hay quien se pregunta si usarlos a largo plazo, por costumbre, puede traer consecuencias. Alejandro Harguindey, Director médico y otólogo en el Instituto de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello de Madrid (IOM), considera que «no existe problema alguno siempre que la piel esté sana y no tenga infecciones (otitis externas)».
«Con todo -prosigue el experto-, tenemos que pensar que la piel del conducto auditivo es similar a la del resto del cuerpo, por lo que todo exceso trae consecuencias. Si usamos tapones más horas de las debidas, la flora bacteriana común puede alterarse por variar la aireación habitual y mantenerse una presión o contacto no fisiológico en el oído».
A este último respecto, Harguindey no encuentra diferencias significativas entre usar tapones de espuma, cera o silicona en términos de higiene y salud auditiva: «Todos ocluyen la luz del conducto. Solo varían en la presión que ejercen (menor en los de goma espuma) y en unos materiales que, en contados usuarios, pueden desencadenar reacciones alérgicas». Éstos se encontrarían así en el grupo de personas a las que el otólogo desaconseja expresamente el empleo de tapones: «No deben usarlos pacientes con otitis externas recurrentes o con problemas dermatológicos (eccema, psoriasis, dermatitis atópica...), ya que pueden irritar la piel, aumentar la descamación habitual y producir exudados no aconsejables. Tampoco los afectados por una perforación timpánica, a quienes no se recomienda ocluir el conducto demasiado tiempo».
Desde IOM también resuelven una de las dudas más habituales sobre dormir con tapones: la posibilidad de que éstos generen dependencia y, por consiguiente, ya no podamos dejar de utilizarlos si queremos pegar ojo: «Puede ocurrir si el paciente se habitúa al silencio que generan; todo dependerá de su tolerancia al ruido ambiente habitual de su entorno de descanso».
Conviene desmentir, en cualquier caso, el mito de que usar tapones trastoca el sentido del equilibrio: «En principio no deben afectar al equilibrio. Otra cosa es que la presión que ejercen pueda interpretarse como una modificación del mismo».
Harguindey señala, por último, que el aislamiento sonoro interfiere en los mecanismos naturales de alerta del cuerpo: «Los tapones producen cierta desconexión del entorno, lo que nos impediría despertarnos ante un ruido importante, por ejemplo». Esto le lleva a recomendar alternativas no tan localizadas en los oídos, como «la colocación en el hogar de paneles aislantes acústicos, alfombras y cortinas gruesas o ventanas de doble o triple acristalamiento».
Las máquinas de ruido blanco y recurrir a aplicaciones de relajación (auriculares en ristre) son otras opciones a considerar para caer en los brazos de Morfeo incluso ante ruidos persistentes, habiéndose demostrado que el cerebro termina por asimilarlos y no prestarles atención. Un fenómeno conocido como habituación auditiva.
Elegir los tapones correctos es fundamental para un buen descanso: los de silicona moldeable o cera se adaptan mejor que los de espuma. Además, no todos son reutilizables: los de espuma deben desecharse después de cada uso; el resto han de lavarse (con agua y jabón suave) y secarse a conciencia para esquivar infecciones. Finalmente, evitaremos introducirlos demasiado en el canal auditivo, algo de lo que el propio cuerpo nos advertirá en forma de picores, dolor y, en los casos más graves, pérdida de audición. Ante cualquiera de estos síntomas, lo mejor es acudir a nuestro otorrino para que valore la situación y nos indique cómo proceder.
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